Un aspecto desconocido del Libertador

29/10/2025 16:10:59
José de San Martín en Bruselas, escribió a su hija en 1825, en ese momento de 9 años y en Londres en el Hampstead College, 12 máximas. Sobre las basadas en valores éticos y morales:

- "Dulzura con los criados, pobres y viejos” 
- “Que hable poco y lo preciso"
- "Acostumbrarla a estar formal en la mesa" 
- “Amor al aseo y desprecio al lujo"

Nos preguntamos; qué tan disponibles estaban esas ideas en la época o si fueron una verdadera anticipación por parte del General con respecto a su educación.

Si iluminamos ese momento histórico, podemos ver que son parte del pensamiento de la Ilustración, desde un discurso médico-higiénico emergente, que ponía el acento cada vez menos en el alma y más en el cuerpo físico y en la mente. Desde una dualidad distinta, en la que la moral devenía social.  De ahí que, desde fines del siglo XVIII, se insistiera en la necesidad de una educación a las mujeres de parte de padres y maestros, desde máximas justas y sencillas. Un discurso que no debió ser el único con esas características puede leerse en el libro de Josefa Amar y Barbón sobre la educación física y moral de estas, en 1790. Alentando ello, dice que las niñas eran naturalmente más dóciles para dejarse componer; pero que, en esto, debía tener mucho influjo la educación o las primeras ideas recibidas. 

Allí se describen, aspectos señalados en las cuatro máximas:

…Conviene conciliar el amor y el respeto de los criados…tratándolos bien, cuidándolos...

…No se ha de permitir a las niñas que se mezclen en las conversaciones de los grandes, pues ocasiona el perjuicio de que se acostumbren a hablar demasiado… 

…comer con limpieza y decencia, no solo en un convite… 

…Recomendar su aseo… …que aprendan a adornarse con moderación y despreciar las galas…

A favor de San Martín estuvo su opción a intervenir en un contexto en que la educación de las mujeres se consideraba aún materia de poca entidad por parte del estado y los padres. En un plano más personal debió pesar, su rol frente a la orfandad de su hija y su preocupación por lo traviesa que había devenido la pequeña ‘diablotín’, como la llamaba, por la crianza demasiado indulgente de su suegra, mientras estaba ausente en sus campañas militares. 

Por: Lic. Alejandra García